martes, 2 de febrero de 2010

un regalo para borges

a mi no me daba miedo pasar por la avenida mexico.
pasaba siempre por ahi y la verdad es que miraba con admiración el edificio de la Bibliteca Nacional. Era siempre lo mismo, caminar frente a la Biblioteca y pensar que ahí había trabajado ese tal Borges. siempre la misma imagen del viejo ciego con complejo de intelectual, admiración de cuanto adolescente con ínfulas literarias produce la escuela. ese que se hecho al bolsillo a todo el mundo haciéndoles creer que su literatura es filófica e intrincada.
a mi me gusta eso de la literatura, pero entrar a una biblioteca me parece una soberana lata.
después de leer El libro de Arena quedé realmente intrigado. ¿existira realmente un libro sin principio ni final?
durante unas vacaciones decidí investigar y tuve que vencer mi desidia e ingresar al húmedo y añoso mundo de la biblioteca. gasté mucho tiempo en ese encierro. deje de ver a mi gente, no fui ni a la costa ni al campo y me mantuve sumergido en la búsqueda inacabable (o así lo parecía) de ese mentado libro.
cuál no sería mi sorpresa cuando ya cercano al término de mi trabajado descanso llegó a mis manos esa maravilla.
igual que el ciego fascista busqué su principio y su final y no di con ninguno de los extremos del libro. ante mi estaba la ruptura total de mi lógica occidental... otra más de las rupturas posibles en esto que llaman modernidad.
debo confesar que al principio me dio mucha alegría y placer. sin método ojeaba el libro e imaginaba al viejo tratando de encontrarle sentido a tanta maravilla. lo vi catalogando las ilustraciones y desesperando frente a una numeración caótica y sin sentido. ja.
pero al tiempo me empece a desesperar yo también. todo yo estaba dedicado a ese libro y al porteño invidente.
era hora de desacerme de él.
cómo?
no valía la pena venderlo, habría que dar muchas explicaciones y terminaría apareciendo en los diarios como el gran descubridor de la veracidad borgiana.
enterrarlo en un biblioteca sería una copia exacta de la actitud del veterano y eso atentaba contra mi ego iconoclasta.
entonces apareció la respuesta. sentado en una micro, silente y aburrido apareció la idea genial de como descerme del libro.
fue igual de dificil que encontrarlo. me valió muchas horas de búsqueda, pero valió la pena.
recorrí cuanta plaza aparecía en los mapas de la ciudad buscando el banco aquel. recorrí a pie, en bicicleta, en auto toda la ciudad hasta que lo encontré.
ahi estaba sentado frente a mi. un hombre serio apoyado en su bastón conversando con un mozuelo. era borges y el otro hablando de la familia y del sueño que podría ser ese encuentro. sabía que sería mi única oportunidad así que esperé que se fuera el joven otro y que fueran a buscar al anciano para llevarlo a su casa. lo seguí con disimulo y espere en el cruce de dos calles más cercano a la casa donde habían dejado al hombre.
pasadas algunas horas me decidí.
avancé con paso firme y asumiendo actitud de vendedor golpee la puerta de noble madera. apareció un borges maduro pero rejuvencido. le explique que vendía libros, biblias en especial.
el hombre se comenzó a vanagloriar de las biblias que tenía, entonces contraataque y le ofrecí esta maravilla. en sus ojos brillo el deseo y cuando lo vio fue tal su inquietud que supe de inmediato que saldría de esa casa sin el libro.
le di un precio impagable, pero el hombre reconocía el valor de lo que le ofrecía. me dijo que no tenía ese dinero, pero que tenía su cheque de jubilación y una biblia, una inglesa. a mi me daba lo mismo si era la de lutero o la clásica biblia latinoamericana. le dije que sí, que aceptaba pleno de dicha dentro de mi. borges caía en mi trampa tal vez yo cumplía con mi obligación históricoliteraria. sin mi tal vez borges jamas escribiría su afamado cuento.
acepte.
the beginning was the word.

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