sábado, 21 de agosto de 2010

epistolario 3

Se ha pasado el tiempo y hoy ya es 11 de Junio de 2001.


Hoy voy a empezar esta carta quejándome de mis dolores físicos. No revisé todas las anteriores, solo la del 29 de mayo y ahí no me quejó nada de lo físico, todo es pura queja pero nada te refiere al dolor del cuerpo, a las flaquezas de la estructura, a tan despreciable sensación.

El dolor ha de ser considerada una sensación despreciable y desgraciada (o sea sin gracia). El dolor es una mala cosa. Los físicos son super importantes pues te vuelcan a tu existencia primaria, te hacen conciente tu olvidado aspecto material. No se trata de pretensión, se trata de que todo tu eres físico y entonces si te duele el físico...estas cagado!

Es como cuando te duelen las muelas, el espíritu esta conectado con ellas, entonces, cuando te duelen las muelas o los dientes, te viene una depresión espantosa. ¿No te suena horrible la sensación de quedar sin muelas o dientes? Los dientes son fundamentales porque muelen tu alimento, entonces si fallan todo tu recientes la carencia. Tu espíritu se vuelve triste y decaído...

Esta semana me han dolido las articulaciones del brazo izquierdo y en los últimos dias he amanecido con las manos dormidas, te das cuenta de la sensación extraña. Es bastante incómodo esto de que te duelan las articulaciones solo de un lado.

No terminé de contarte lo de la casa de suarez mujica.

La cosa es que cuando se estabilizó un poco la situación familiar (entiéndase el bigote en la embajada de México unos buenos tiempos para luego ir a conocer y vivir México... que bonito suena, es casi como una propaganda al exilio. Mi otro tío estuvo bien, es decir trabajó en dos o tres cosas después, unas buenas y otras malas y después no trabajó más. Decidió no pertenecer más a este sistema execrable y no existir más. Piensa como un indigente desde la mullida comodidad del seno materno y fraternal. El siguió su vida y bastante buena a ratos. No he nombrado a mi tía Carmen. Ella es mi madrina y no perdonaría no ser mencionada. Ella es una buena mujer.

Permíteme otro paréntesis, debo recordar en los días venideros que debo escribir en alguna parte algo acerca de cómo los actores se han tomado el poder, el poder político, el poder empresarial, el gobierno estatal, las telecomunicaciones. Todo.

En verdad todos son unos actores profesionales con una invariable capacidad de desprenderse y posesionarse de personajes envidiable. Tiene un dominio escénico, un manejo de tablas que se nota fruto del espíritu y del trabajo arduo y dedicado. Memorizan textos, libretos, guiones y además improvisan muy bien. Eso es el poder ahora hermano. Actuar.

Decidieron construir una ampliación en paidaguito. No debía verse desde la calle debía estar escondida en el fondo de la casa y ser independiente y ahí viviría mi familia que en el momento era la más deprimida económicamente.

La construcción de esa casa constituye una gaveta especial en la memoria. Recuerdo situaciones muy agradables con eso. La construyó un solo hombre, se llamaba moyita y era un maestro de primera y nos conocía desde hacía bastante. Moyita construyó el tren que es la casa de atrás. Una pieza tras otra pieza, living, comedor un poco hacia fuera y cocina. El baño y las otras piezas eran ampliaciones ya hechas. Recuerdo cuando moyita se cayó del techo del living y quedó jorobado, o cuando a Joaquín le llegó material en un ojo o la cara, recuerdo el entretecho y los barnices a las maderas del cielo. Ahí he vivido toda la vida porque hoy vivo a unas pocas casas de distancia y paso gran parte del día atado al cordón umbilical de la abuela.

En paidaguito vivíamos originalmente el tata, la abuelita, la nena, mi mamá mi papá mi hermano Rubén, el Hernán y yo y el orden jerárquico era bastante similar a eso. Con mi abuelo hacíamos de todo. El jardín, arreglar algo, ordenar las covachas, eso si que era entretenido. Era unas casuchas con un montón de diarios de la época de allende, y revistas y muchas veces cosas que yo no debía comentar. Esa época de mi vida es como la de aniceto hevia, el hijo de ladrón que cuenta como a su casa iba gente que el no debía mencionar ni reconocer después. A mi me pasaba lo mismo. Primero era cuando ordenábamos las piezas esas y aparecían cajas cerradas que irían a buscar después. Lo mejor era la madre y la hija. Un roñoso bolso de cuero amarrado con pitas y huinchas de forros de neumático. Adentro del bolso había algo envuelto con diarios y el que estaba más a la vista tenía una foto de una mujer y lo que debía ser su hija y todo para envolver una pistola, o sea un revolver s and w de 1927 que tenía unos números borrados, rayados hasta la desaparición del número. Para mis nueve o diez años debe haber sido toda una atemorizante arma. Pesada fría, siempre fría oscura. Tenía una cacha café de madera con un tramado de dibujo rombo alargado. La madre y la hija siempre estaban allí y había que cambiarlas de lugar y cuidar que pasara desapercibida y no decir nada. Siempre la cosa era no decir nada por que cualquier cosa que una dijera por ahí era la muerte, o sea, así de complejo, era el silencio o la muerte.

Voy a descansar, a ver si mañana, después del médico te sigo escribiendo.

No he mencionado a tu bruja y ella se me va a poner celosa. ¿sigue tan guapa ella? Y tu neptuna?

Voy a dormir.

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