Onda de frío polar, así le llaman a este frío de la puta medre que está haciendo por acá por la gran ciudad. Se que tu tierra abunda en agua, ¿o era inunda?.
Estuve pensando, o sea, imaginando tu casa a orillas del lago viendo como avanza y el viento y todo eso que debe pasar. Vi al señor del poso ahogado en las salobres aguas del budi que lo invadían todo hasta los pies de tu casa. Las noticias hablaban de un caos generalizado, todo inundado, el presidente Lagos iba a ver las zonas afectadas, el imperial desbordado y la gente avanzando en botes por entre los caminos anegados.
Esta debe ser de esa época en que estás puro encerrado, sin ir a ver si alguien se acuerda de ti al correo del puerto. Ahora que rememoro lo que imaginé se me ocurre también pensar en cruzar el lago en un día de tormenta, como el chico David. Así se me imagina que está tu tierra.
Acá las noches y las mañanas gélidas, y no es hueveo. Todo amanece escarchado, todo blanco y con ese frío que se estaciona en las manos y todo se te hace dolor de manos, por que están heladas y duele y yo de nuevo hablando de dolores físicos. Tal vez deba mandarte todas las cartas juntas, o sea todas las que te he escrito para que tu veas y sigas en ese mutismo inundado en el que te debes encontrar.
¿cada cuánto tiempo se va a puerto en estas fechas?
El dolor y la familia. De eso escribíamos la última vez que hace ya bastante tiempo. El dolor físico. La maribel dice que está bien eso del dolor físico, o sea, que es una mierda, eso, porque nadie relativamente cuerdo puede pretender redimir el dolor físico como trascendencia o algo así, hay que estar con la azotea bien llovida como para pensar en algo semejante.
Y lo del pasado familiar, esa suerte de autobiografía que estamos haciendo... hablaba de ordenar las covachas con el tata. Era un hombre alegre el tata, a pesar de que esos eran trances dolorosos para él. Me imagino que ese era su rincón de unidad popular y era doloroso eso de que fuera el fondo del patio, escondido, con miedo. Era un hombre comprometido así que en la casa de suarez mujica siempre se vieron cosas extrañas.
En esa época, que yo debo haber tenido unos 9 o 10 años, con el tata hacíamos también los hoyos para enterrar las hojas del otoño o los desechos del verano. Se reciclaba todo sabiamente para mantener relativamente buena una tierra que había perdido hace rato la riqueza de tierra criadora de manzanas. Igual le dábamos con el tata. Entre el trabajo y el descanso y todo, el tata hablaba y hacía preguntas y jugaba a estimularnos las neuronas con juegos de ubicación espacial, memoria, apreciación etc.
A veces hacíamos unos hoyos bien grandes y se esperaba hasta que las cascaras de las frutas y verduras del verano hacían un cerro por sobre el límite de la superficie. Se le echaba harta agua y de a poco se acomodaba y se transformaba en buena tierra para las plantitas.
Hice un par de hoyos con el tata también para enterrar animales y lo recuerdo a él realizando la labor de panteonero. Como el poema que él mismo me enseño "nadie dijo nada, nadie dijo nada"
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Siempre tuvo perros mi abuelo, le gustaban los perros grandes y a mi abuela también le gustaban. El fouche, el limpiao, mao, quintrala, laica, todos animales con cada historia que yo no conozco, o sea, yo nunca conseguí grabar muy bien en la cabeza las historias que circulaban en mi casa..
A esa edad tú debes haber sido un pinganilla de la puta madre.
Hermano, el invierno nuevamente nos separa, me voy a acostar cagado de frío y con ganas de seguir escribiéndote.
¿te llegan las cartas?
La perra chica se va a quedar estudiando para una prueba, lo que es yo, me voy a echar un rato por ahí a pasar la noche que mañana hay que trabajar. Palabra maldita esa, las dos palabras malditas esas. Mañana, trabajar. De ahí lo hablamos.
sábado, 21 de agosto de 2010
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